Este país se hunde. Hace 27 años de democracia que se hunde. Hace 1 siglo y 10 años que se sigue hundiendo.
Si algo nos ha demostrado la historia argentina es que siempre se puede estar un poco peor. Siempre se puede apretar un poco más al pueblo y siempre se puede robar un poco más en las funciones públicas. Los políticos argentinos son todos miembros de un club de la peor calaña, cuyo único y execrable propósito es enriquecerse a costa de la gente, del pueblo, del país. No se equivoquen. Todos y cada uno de ellos, más o menos simpáticos, con apariciones mediáticas diarias o disponiendo del más bajo perfil, con mayor o menor parafernalia y logística, tienen el mismo propósito: enriquecerse a costa de la Patria. A costa tuya y mía, y a costa de nuestros (futuros en mi caso) hijos.
Si lo analizamos dejando de lado trivialidades estúpidas como preferencias personales hacia cual o tal político, tales como simpatías porque tiene alguna discapacidad, porque se muestra más simpático, porque exhibe un crucifijo enorme en todas sus apariciones ante la prensa o simplemente porque es más buenmozo/a, nos damos cuenta de que este sistema infame está creado maquiavélica aunque lógicamente para que solo las personas con fines oscuros lleguen a tener cierta injerencia sobre las decisiones que hacen al día a día del pueblo. Esto no es casualidad, ya que el sistema está tan corrompido que una persona honesta no tendría oportunidad de ser parte de él. El resto de las personas ya integrantes de este sistema no lo permitiría porque vería amenazado su redituable negocio.
En vísperas del tan mediáticamente mencionado "Bicentenario de la Patria" me pregunto que dirían los grandes próceres nacionales sobre la situación actual del país por el que lucharon tanto, dejando la sangre y hasta incluso la vida en el campo de batalla. Hablo de varones como San Martín, Dorrego, Belgrano, Rosas, Moreno, Bermúdez, Necochea, Balcarce, Brown y de cada uno de los guerreros y mártires de la independencia nacional. Hombres y mujeres que relegaron su bienestar, salud y fortuna personal al extremo en aras de la libertad de su tierra, de su país. Personas que conforman un polo moral diametralmente opuesto a la clase política contemporánea.
Creo que tenemos muy poco para festejar en estos 200 años emancipación. Lo mire por donde se lo mire, se lo analice por donde se lo analice, el país está muy mal. La educación, basamento fundamental e imprescindible de la formación integral de una persona, está en ruinas. La salud vive en un constante estado de desesperación. No hay trabajo, por lo que los padres no cuentan con una forma de darle una vida digna a sus familias. Todo se convirtió en un "sálvese quien pueda". Y no hay planes sociales que valga para tapar estos agujeros de manera sostenible, porque lo que reclaman es una solución profunda, ya que un cambio de raíz se erige indispensable para su solución. Y todo esto duele. Me duele como argentino porque siento estos problemas en carne propia, aunque no sea pobre, tenga educación y bienestar, porque son mis hermanos los que los sufren, porque es mi país el que, teniendo todo para ser una de las grandes potencias productivas mundiales, está condenado.
Tampoco hay justicia, en el estricto sentido de la palabra. Los individuos que la personifican hacen la vista gorda y le dan la espalda constantemente al pueblo. No hay políticos presos, no hay malversaciones de fondos, no hay actividades corruptas, nadie es culpable de nada. De nada. La nación está arruinada, las decisiones que nos atañen a todos los argentinos se toman ex profeso con el peor de los criterios, pero nadie es culpable de nada. Y así se suceden las generaciones de políticos sin que nada cambie, ya que también se suceden las generaciones de nuevos argentinos a los cuales engañar, estafar, de los cuales abusar impunemente. Es por eso que este es un país cíclico, donde las injusticias se repiten una y otra vez.
Mal que les pese a los políticos, no todos en este país somos personas sin educación, mediocres conformistas, o idiotas. Habemos gente pensante, que no vota por el candidato más sonriente que apareció en determinado programa de televisión, banalizando la elección de los funcionarios, sino que lo hace a conciencia, realizando un profundo análisis. Lamentablemente (y gracias al accionar deliberado del gobierno) somos los menos, pero estamos ahí, conformando lo que parece ser el último foco de resistencia a la doblegación de voluntades y razones, a la aceptación de que solo podemos ser esto y no más.
Por fortuna, este país todavía cuenta con esas máquinas fomentadoras de inteligencia que son las universidades públicas, de las cuales me declaro orgulloso un producto. Necesitamos pensar. Cultivarnos. Leer. Valorar las fuentes de cultura como herramientas formadoras de individuos pensantes. E inculcarle eso a nuestros hijos. Con el objetivo de que en el futuro ofrezcan la resistencia intelectual necesaria para que la grandeza con la que fue otrora concebida esta nación no caiga en el olvido.
Si algo nos ha demostrado la historia argentina es que siempre se puede estar un poco peor. Siempre se puede apretar un poco más al pueblo y siempre se puede robar un poco más en las funciones públicas. Los políticos argentinos son todos miembros de un club de la peor calaña, cuyo único y execrable propósito es enriquecerse a costa de la gente, del pueblo, del país. No se equivoquen. Todos y cada uno de ellos, más o menos simpáticos, con apariciones mediáticas diarias o disponiendo del más bajo perfil, con mayor o menor parafernalia y logística, tienen el mismo propósito: enriquecerse a costa de la Patria. A costa tuya y mía, y a costa de nuestros (futuros en mi caso) hijos.
Si lo analizamos dejando de lado trivialidades estúpidas como preferencias personales hacia cual o tal político, tales como simpatías porque tiene alguna discapacidad, porque se muestra más simpático, porque exhibe un crucifijo enorme en todas sus apariciones ante la prensa o simplemente porque es más buenmozo/a, nos damos cuenta de que este sistema infame está creado maquiavélica aunque lógicamente para que solo las personas con fines oscuros lleguen a tener cierta injerencia sobre las decisiones que hacen al día a día del pueblo. Esto no es casualidad, ya que el sistema está tan corrompido que una persona honesta no tendría oportunidad de ser parte de él. El resto de las personas ya integrantes de este sistema no lo permitiría porque vería amenazado su redituable negocio.
En vísperas del tan mediáticamente mencionado "Bicentenario de la Patria" me pregunto que dirían los grandes próceres nacionales sobre la situación actual del país por el que lucharon tanto, dejando la sangre y hasta incluso la vida en el campo de batalla. Hablo de varones como San Martín, Dorrego, Belgrano, Rosas, Moreno, Bermúdez, Necochea, Balcarce, Brown y de cada uno de los guerreros y mártires de la independencia nacional. Hombres y mujeres que relegaron su bienestar, salud y fortuna personal al extremo en aras de la libertad de su tierra, de su país. Personas que conforman un polo moral diametralmente opuesto a la clase política contemporánea.
Creo que tenemos muy poco para festejar en estos 200 años emancipación. Lo mire por donde se lo mire, se lo analice por donde se lo analice, el país está muy mal. La educación, basamento fundamental e imprescindible de la formación integral de una persona, está en ruinas. La salud vive en un constante estado de desesperación. No hay trabajo, por lo que los padres no cuentan con una forma de darle una vida digna a sus familias. Todo se convirtió en un "sálvese quien pueda". Y no hay planes sociales que valga para tapar estos agujeros de manera sostenible, porque lo que reclaman es una solución profunda, ya que un cambio de raíz se erige indispensable para su solución. Y todo esto duele. Me duele como argentino porque siento estos problemas en carne propia, aunque no sea pobre, tenga educación y bienestar, porque son mis hermanos los que los sufren, porque es mi país el que, teniendo todo para ser una de las grandes potencias productivas mundiales, está condenado.
Tampoco hay justicia, en el estricto sentido de la palabra. Los individuos que la personifican hacen la vista gorda y le dan la espalda constantemente al pueblo. No hay políticos presos, no hay malversaciones de fondos, no hay actividades corruptas, nadie es culpable de nada. De nada. La nación está arruinada, las decisiones que nos atañen a todos los argentinos se toman ex profeso con el peor de los criterios, pero nadie es culpable de nada. Y así se suceden las generaciones de políticos sin que nada cambie, ya que también se suceden las generaciones de nuevos argentinos a los cuales engañar, estafar, de los cuales abusar impunemente. Es por eso que este es un país cíclico, donde las injusticias se repiten una y otra vez.
Mal que les pese a los políticos, no todos en este país somos personas sin educación, mediocres conformistas, o idiotas. Habemos gente pensante, que no vota por el candidato más sonriente que apareció en determinado programa de televisión, banalizando la elección de los funcionarios, sino que lo hace a conciencia, realizando un profundo análisis. Lamentablemente (y gracias al accionar deliberado del gobierno) somos los menos, pero estamos ahí, conformando lo que parece ser el último foco de resistencia a la doblegación de voluntades y razones, a la aceptación de que solo podemos ser esto y no más.
Por fortuna, este país todavía cuenta con esas máquinas fomentadoras de inteligencia que son las universidades públicas, de las cuales me declaro orgulloso un producto. Necesitamos pensar. Cultivarnos. Leer. Valorar las fuentes de cultura como herramientas formadoras de individuos pensantes. E inculcarle eso a nuestros hijos. Con el objetivo de que en el futuro ofrezcan la resistencia intelectual necesaria para que la grandeza con la que fue otrora concebida esta nación no caiga en el olvido.